Me desperté gritando tu nombre en una posición que tuve que mantener algunos instantes porque estando otra vez acá escuché desde otra habitación algo como un “QUE”, un “CHE” con voz de mujer ahombrada o de hombre amujerado: ¿Un asalto? Eran las 4 en punto cuando entré. ¿La tía, que anoche apareció tendida al borde de la cama con la cabeza sobre el colchón y me gritaste y subí y la levantamos para meterla en la cama y en la confusion le tiraste de los pelos y decías: esto a mí no de nuevo no, se habría levantado para ir a trabajar a pesar de nuestra certeza preocupada de que no le sería posible?
Bueno, grité porque no soportaba la idea de apretar tu mano durante todo el tiempo de la excursion sabiendo que era el ultimo apretón, que después tenía que dejarte ahí, trabajando de DJ en fiestas careta, haciendo plata, viviendo en un mundo paralelo, lejos de mí.
Antes abracé al desconocido con el que no hablé durante todo un viaje a Mar del Plata haciéndome el interesado en mis lecturas pero no pudiendo. El desco me dijo que no me preocupara, que eran muchos años, que era lo mejor que me podia pasar, que él me iba a acompañar cuando yo quisiera en mi vida nueva, lo desabracé.
El tema de la postura era porque pensaba en una regla tácita que decía que tenía que mantenerme en la misma posición del regreso, que fue la que tome en el mismo acto de gritarte, de escuchar la supuesta respuesta en la otra sala. Si era así ya había perdido: ¿Debería no dormirme de nuevo?
Antes de llegar mi habitación estaba oscura como nunca jamas, incluso pensé en eso que leí de que “algo o alguien podia aprovechar esta tiniebla para ponerse a existir poderosamente” y me estremecí, creo que ese dato me mantuvo en la posición a mi regreso.
La excursión estaba por empezar antes de que me fuera abruptamente, en un grito, en el grito que te digo.
Antes hubo una casa con piedras Mar del Plata y rejas pintadas color antióxido sobre la calle Charcas (la de Morón, no la de Capital) en la que me podia quedar cuando quisiera por poca plata o por nada, no sé por qué me tranquilizaba estando tan lejos de los lugares en los que suelo querer estar, en los que necesito estar o pienso esto último con tanto fervor que así es para mí y que no me jodan.
“Alguien está haciendo prueba de sonido en mí cabeza” y “Estoy encandilado por el sol pero es noche cerrada en este cuarto” fueron dos frases que quise anotar antes de dormirme pero me dio fiaca y frio levantarme.
Todos estaban vestidos muy siglo 19, con convicción, como si realmente fueran las versiones de todas estas personas que conocemos (poco en casi todos los casos) en una época remota. Pero la luz engañaba, hacía que parecieran disfrazados de todos formas. Ese músico describía con detalle y entusiasmo el juego que todos íbamos a jugar, no había opción al parecer, nos disponíamos a andar por el bosque y en algún momento un hombrecito invisible se nos iba a meter en el cuerpo y nos iba a hacer decir a uno y sólo uno de nosotros una frase absolutamente banal pero expresada en un castellano antigüo, rudimentario, me aterré y ahí fue cuando me agarraste la mano, casi por cortesía. Me sentí miserable, me desperté y ahora vuelvo a la cucha, hay más detalles pero ya los olvidé o quizá los recuerde “mañana”, son ya las 7:15.
jueves, 7 de junio de 2007
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1 comentario:
muy logrado, aldito. muy logrado.
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